Dientes de marfil
- Pedro Montes
- 5 dic 2018
- 1 Min. de lectura
Recuerdo esa vez en que vi a esa mujer. Se encontraba sentada en la esquina de un muro, cerca de la autopista suroriental. No llevaba nada, solo unas ropas sucias deterioradas por el tiempo. Era una señora de unos 50 años aproximadamente, casi en los huesos. Con la piel ocre, quemada por el sol y la suciedad de la capital. Se encontraba ahí, postrada como una estatua mientras me acercaba lentamente.
Conforme me seguía acercando, revisé si en mis bolsillos había dinero, no quería parar a escuchar sus excusas o lamentaciones. Pero, cuando ya estaba cerca de aquella señora, sus ojos perdidos me miraron. Me sonrió. Su sonrisa era hermosa, aunque deteriorada, brillaba. Solo se podían divisar unos cuantos dientes en ese gran vacío oscuro. Seguí mi camino y vi que en sus manos se encontraba una muñeca. La estaba reparando con sus cordones rotos, esperanzada en arreglarla. No me pidió nada, no se lamentó, en sus ojos no había desesperación. Lo único en su mirada era felicidad, o tal vez locura.
Pedro Montes.
Komentáře